Recientemente, leia un interesante artículo en la revista "The New Yorker" sobre los elevadores. En este, el autor menciona que desde los '90, el botón para cerrar la puerto no sirve. Es un simple placebo que está ahí para satisfacer nuestra necesidad de control. El autor, luego hace una comparación que creo dió perfectamente en el clavo:
In most elevators, at least in any built or installed since the early nineties, the door-close button doesn’t work. It is there mainly to make you think it works. (It does work if, say, a fireman needs to take control. But you need a key, and a fire, to do that.) Once you know this, it can be illuminating to watch people compulsively press the door-close button. That the door eventually closes reinforces their belief in the button’s power. It’s a little like prayer. Elevator design is rooted in deception—to disguise not only the bare fact of the box hanging by ropes but also the tethering of tenants to a system over which they have no command.
La oración no sirve. Es un simple placebo que utilizamos para proveer la ilusión de control sobre un mundo al cual no podemos afectar y el cual continuaria existiendo sin nosotros. El hecho de que a veces nuestros deseos se hacen realidad, para nosotros corrobora la eficacia de la oración pero facilmente ignoramos las cientos de veces anteriores que nuestro pedido no tuvo ningún efecto. Pero claro esta, en vez de aceptar la realidad, preferimos decir que "no era el momento adecuado", "Dios no queria que sucediera" o "No tengo suficiente fe".
El siguiente dibujo lo explica mejor que yo:
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